
Por Martín Terrado, Chief Operating Officer de GeoPark y Presidente del Directorio de Arpel
América Latina y el Caribe tienen ante sí una oportunidad única. Nuestra región concentra abundantes recursos energéticos: petróleo, gas natural, biocombustibles y energías renovables de enorme potencial. Contamos, además, con una industria que ha madurado en capacidades técnicas, operativas y de gestión, y con profesionales de talla mundial. Todo esto nos posiciona no solo como un proveedor confiable de energía, sino como una posible potencia energética global.
Pero esa promesa no se materializará automáticamente. Convertir nuestro potencial en desarrollo sostenido exige coordinación, visión compartida y confianza mutua. Exige, sobre todo, colaboración. Y esa es, desde hace seis décadas, la misión de Arpel.
Cuando se fundó en 1965, Arpel nació como un espacio para que empresas estatales de petróleo y gas de distintos países de la región trabajaran juntas. Con el tiempo se incorporaron operadores regionales, empresas privadas, compañías internacionales y asociaciones de servicios. Hoy, la organización agrupa a 31 empresas que operan en más de 30 países, desde México hasta la Patagonia.
La magnitud de esta red es de un peso considerable que vale la pena compartir. Los miembros de Arpel producen alrededor del 62 por ciento del petróleo de la región y el 67 por ciento del gas; en otras palabras, seis de cada diez barriles y dos de cada tres unidades de gas en América Latina y el Caribe provienen de nuestras empresas. Además, operan cerca del 70 por ciento de la capacidad de transporte de crudo y el 64 por ciento de la de gas, lo que garantiza el flujo que mantiene a nuestras economías en movimiento. Casi la mitad de la capacidad de refinación de la región, un 46 por ciento, está también en manos de nuestros miembros, mientras que su huella física incluye más de 51.600 kilómetros de ductos, cerca de un tercio de todas las líneas de transporte de hidrocarburos de América Latina y el Caribe.
Durante estos 60 años, nuestra asociación ha sido el articulador que ha unido a empresas públicas y privadas, nacionales e internacionales, en torno a desafíos comunes. Hemos creado estándares, difundido buenas prácticas, impulsado capacitación y construido una voz regional capaz de interactuar de igual a igual con gobiernos, organismos multilaterales y foros internacionales.
Energía como motor de desarrollo
Varios países de Latinoamérica y el Caribe están protagonizando un salto productivo sin precedentes. El caso de Vaca Muerta en Argentina, el crecimiento del offshore en Brasil o el desarrollo de recursos en Guyana y Surinam son ejemplos de cómo la región puede consolidarse como líder energético mundial.
Si logramos integrar esos desarrollos con visión regional, los beneficios pueden ser extraordinarios. Más allá de exportar energía al mundo, se trata de aprovechar estos recursos para transformar nuestras economías: generar divisas, equilibrar cuentas fiscales, financiar inversión pública y multiplicar oportunidades de empleo y bienestar. En otras palabras, convertir la riqueza energética en progreso tangible para las personas.
La historia enseña, sin embargo, que nada de esto está garantizado. La volatilidad política, los ciclos de precios, las brechas de infraestructura y la falta de coordinación han limitado en el pasado el alcance de nuestras oportunidades. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos un frente común.
La industria energética atraviesa un proceso de transformación acelerada, en el que las nuevas fuentes de energía se están sumando progresivamente a las ya existentes. América Latina y el Caribe cuentan con una ventaja estratégica, pues nuestra matriz eléctrica es una de las más limpias del mundo gracias a la alta participación de renovables.
Este contexto nos permite pensar en una transición justa, donde los hidrocarburos sigan desempeñando un papel relevante al tiempo que se integran nuevas tecnologías, mayor eficiencia y soluciones innovadoras. En ese camino, el gas natural puede cumplir una función central como recurso confiable y competitivo, complementando el desarrollo de sistemas energéticos cada vez más sostenibles.
Arpel ha acompañado a sus socios en este proceso, facilitando espacios para compartir experiencias en descarbonización, digitalización, ciberseguridad industrial e inteligencia artificial. La innovación no es opcional; es una condición para seguir siendo relevantes y competitivos. Y nuestra asociación se ha propuesto liderar esa conversación.
La integración energética no es solo un ideal, es una necesidad práctica. Los gasoductos que conectan Argentina con Chile y Brasil, o los proyectos de interconexión eléctrica en Centroamérica, muestran que la cooperación puede traducirse en seguridad de suministro, estabilidad y competitividad.
60 años de impacto colectivo
Arpel ofrece un espacio neutral y confiable donde empresas estatales y privadas pueden alinear estrategias, compartir riesgos y encontrar soluciones conjuntas. Y por eso, con la vista puesta en el futuro debemos preguntarnos: ¿qué agenda conjunta queremos impulsar? Para mí, hay tres prioridades claras:
- Consolidar a América Latina y el Caribe como proveedor energético confiable para el mundo, aprovechando al máximo nuestras capacidades técnicas y operativas.
- Asegurar que esa riqueza se traduzca en desarrollo económico y social para las comunidades en las áreas donde operamos y los países que nos acogen.
- Garantizar que la región cuente con una industria cada vez más eficiente y sostenible, que incorpore innovación tecnológica y digitalización para fortalecer su competitividad y acompañar de manera responsable los procesos de transición energética.
Estas metas solo se alcanzan en un ambiente de colaboración. Lo lograremos trabajando juntos, como lo venimos haciendo desde hace seis décadas. Arpel ha sido y seguirá siendo un espacio de encuentro, un foro de excelencia técnica y un puente de diálogo entre la industria, los gobiernos y la sociedad.
Quiero agradecer de manera especial el compromiso de nuestras empresas socias, que hacen posible esta tarea colectiva, y felicitar al equipo de Arpel. Su profesionalismo, su capacidad de articular intereses y de abrir canales de cooperación con el sector público son la base sobre la cual seguimos construyendo.
Hoy celebramos 60 años de logros. Pero, sobre todo, celebramos la confianza en el futuro. América Latina y el Caribe tienen todo lo necesario para convertirse en una potencia energética y en un ejemplo de cómo la colaboración transforma potencial en progreso. Ese es el camino que hemos recorrido, y ese es el camino que seguiremos recorriendo juntos.